dijous, 1 de setembre del 2011

Tocar Fondo

Vaya por delante que ésta es una de esas aportaciones insustanciales, anodinas, insípidas, insignificante, ineficaces y por supuesto inofensivas, propia de la canícula, que no pretende otra cosa que devolver en forma de divertimento jocoso, alegre y solaz, a PM, RM, PM, JM, EZ, LA, LB y a mi mismo el compromiso que tomé con todos ellos de colarme en sus artilugios informáticos antes de que las campanadas de la prioral despidan al mes de los aniversarios y deje paso a septiembre que llega con su inexorable reencuentro con la rutina.

Vamos, que no van a ser todo en ésta vida pensamientos martirologios ni frases trascendentales. A veces morimos de autocomplacencia hedonista. Nos llegamos a creer que todo lo que decimos desde la mañana a la noche es importante o trascendente. Pues no.

Aquel soleado 12 de agosto, día de San Alejandro el carbonero patrono de los idem, coincidía con el hundimiento once años antes del submarino K-141 Kursk en las gélidas aguas del mar de Barents. Se hundió arrastrando en su infernal vientre a los 118 marineros rusos que habitaban sus bodegas infernales. Pues bien, con esa curiosa coincidencia en nuestro recuerdo, nuestro barco tocó fondo en El Paso de la Isla de Rocche bordeando el norte de Cerdeña de camino a Olbia, a espaldas de la Isla de la Magdalena, partiendo del puerto de Palau.

Ese día, el Tragamillas y su tripulación tocamos fondo y de qué manera. No se trataba de un simulacro. Era cierto, real. Un brusco golpe en la quilla nos advirtió salvajemente que habíamos embarrancado en medio de rocas amenazantes y escarpadas montañas a babor y estribor. Lo que tenía que ser un viaje amable, tranquilo, con principio y fin, una travesía placentera que nos tenía que devolver en fecha determinada, seis jornadas de navegación y gozo, fondeando donde antojo, capitán y prudencia nos impusieran, apunto estuvo de convertirse en portada de sucesos, en notas necrológicas. Pobres chicos. Amén.

La tripulación era gente hecha, dura, curtida. Algunas cicatrices y tatuajes marcaban sus cuerpos curtidos por el sol y sal marina. Eran de esas tripulaciones sabedoras que, en el mar, las decisiones las toma el capitán y la tripulación obedece ciegamente. En la mar, las consultas no aportan soluciones, más bien las complican.

En aquella eternidad, tomé el compromiso que hoy cumplo de transmitir a futuras generaciones lo que oí a los dioses decir y poder así lanzar definitivamente por la borda mis remordimientos.

Hombre temeroso de Dios soy, pero esos cientos de miles de años que venimos conformando colectivamente nuestro intelecto me dan cierto amparo legal para reconocer ante ellos que la Tripu, ese día, reaccionó de forma profesional. Muy profesional.

En situaciones extremas, los dioses se preguntan el qué, los humanos el cómo. Tal afirmación, humanamente estructurada, conlleva una alta probabilidad de ser expuesta erróneamente, ya que no existen precedentes ni antecedentes, cosa por otro lado razonable al ser la existencia de los dioses eterna (qué ser humano adueñándose de sus frases intentar establecer dictámenes morales o especulaciones metafísicas).

Pues bien, los oí decir un día que todo hombre o mujer debieran Tocar Fondo en un momento u otro de su vida, porque nos enseña a bucear por los confines de lo humanamente comprensible, a descender al infierno de la eterna pregunta, maldecir los días vividos desde el húmedo vientre materno y amar fervientemente los años que nos resten por sobrevivir.

Insistieron, interpelándose entre Ellos, que Tocar Fondo suponía descender a los abismo de la tierra, las simas de los océanos, al fondo de nuestros miedos. Tocar Fondo no es otra cosa que la Gran Metáfora de lo Desconocido. De la Duda. Duras pruebas a las que somos sometidos en contra de nuestra voluntad con el fin de evaluar nuestra capacidad para sobreponernos.

De pie, erguidos en sus monturas terrenales, acuíferas o celestiales corroboraron antes de disolverse a lomos de alazanes, neptunos y pegasos que, una vez Tocado el Fondo con valentía, hombre o mujer ascenderían vertiginosamente hacia el Jardín del Edén más sabios y felices. Tentado estuve de preguntar dónde encontraría ese magnífico Jardín, pero ello me delataría, por lo que callé. Resultado diferente producía el miedo a afrontar la misma prueba. El resultado no sea otro que la condena eterna a los infiernos.

Ellos asintieron y yo oí. Duras pruebas son las que nos someten, pero necesarias. Aceptemos por un instante que no cumpliera ese precepto. Pasaríamos sobre ellas de puntillas, sin ruido, anodinamente. Apenas nos sumergiríamos en el fondo de nuestras contradicciones para, excusándonos en ellas, continuar nadando en la sordidez de nuestras vidas. Nada de nada. Repetiríamos una y otra vez los errores que cometimos, nos convertiríamos en carillones vivientes, muertos errantes, en mascarones carcomidos. En Nada. Después, nada más oí. Desperté bruscamente tocando fondo al timón del Tragamillas.






dimarts, 23 d’agost del 2011

Que me quiten lo bailao.

Hay personas, con muy buena voluntad, que se machacan las cejas para hacernos llegar a nuestros correos electrónicos paisajes idílicos, músicas relajantes o frases pomposas con la intención de que veamos, oigamos y leamos lo que nunca se nos ocurriría oír, ver y leer. Si además les anexan, envíalo a diez amigos, si no lo haces, padecerás cinco años de desgracias, la propuesta deja de tener su gracia.

La última. Pásalo. Los hombres pierden la salud para amasar dinero y luego se lo gastan para recuperarla. Piensan ansiosamente en el futuro y olvidan el presente de tal forma que acaban por no vivir ni el presente ni el futuro. Viven como si nunca fueran a morir y mueren como si nunca hubieran vivido, afirmando ser el mismísimo Buda su autor.

Desconozco la paternidad o maternidad de la frasecita. Si es de Buda o cualquier otro endiosado sabio, me la trae al pairo. Me parece inteligente, obvia, simplona y conservadora. Dudo de que fuera escrita por puño excelso. De lo que si estoy seguro es que no lo fue por humano hipotecado y precario empleo.

Detrás de ella se esconde la moralina de quién pretende conformarnos a base de frases hechas, propuestas perfumadas y encantos semánticos.

Creo que lo que nos pretendía transmitir el sabio era que: existen hombres que se gastan el dinero amasado en cuidar su salud y el que le queda, lo utiliza para mantenerla. Piensan ansiosamente en el futuro y disfrutan el presente de tal manera que su vida vale por la de dieciocho. Viven como si nunca fueran a morir y si mueren, nos dicen en su último suspiro, que me quiten lo bailao.

dimecres, 17 d’agost del 2011

¿Preocupados?

Una tercera parte de la humanidad anda muy preocupada. No es por padecer los efectos de la cacareada crisis económica. Directamente pasan hambre. El catorce por ciento de ellos no tiene ni tiempo para llegar a ese resultado intelectual que supone la preocupación, se muere de inanición, de sed y de enfermedades que aquí solucionamos con un antibiótico o un antidiarreico.

Efectos colaterales, dicen unos. Pobreza y miseria, decimos otros. Esta legión de preocupados se nos muere en directo, son telón de fondo de un reportaje vespertino, en los informativos matinales e incluso en la sobremesa. Son esos preocupados que se mueren si se quedan en sus países, también si se van de ellos. Mueren si se les recuerda porque ya es tarde y mueren de olvido, que es la forma más triste de morir. A lo más que pueden aspirar estos preocupados, es a convertirse en estadística necrológica.

Preocupados que arrastran cuerpos famélicos por campos de refugiados, prostíbulos, zonas de confinamiento, países pobres, barrios marginales. Son la versión actualizada de la diáspora humana que busca un rincón para su supervivencia. Son los parias de la tierra.

Preocupados perseguidos, maltratados, asesinados por tribus rivales, facciones rivales, milicias rivales, etnias rivales, ejércitos regulares rivales, ejércitos paramilitares rivales y ejércitos de salvación de amigos. Son la carne de cañón de mafias, proxenetas y moscas portadoras de alguna enfermedad. Se pasan su corta vida preguntándose contra qué mandamiento de la ley de su dios han podido atentar para merecer tan duro castigo. No existe respuesta.

Otra parte de la humanidad se encuentra preocupada por su endeudamiento, por su hipoteca, por llegar a final de mes, por el futuro de sus hijos, por el suyo propio. Preocupados por no atravesar esa delgada línea que existe entre la dignidad y la pobreza, entre disponer de un trabajo o ser usuario de los servios sociales. Preocupados y desconcertados por estar en manos de una cierta clase (en el sentido marxista de clase) que se pasa la ética y la estética por el forro.

Estos preocupados andan preocupados por comprobar que los responsables de esta crisis ni la admiten ni dimiten. Ni tan solo se ruborizan. Preocupados por comprobar que el auténtico poder se encuentra en los fondos especulativos, las empresas de calificación y los medios de comunicación y no en los gobiernos. Preocupados ante tanto atropello, tanta avaricia, tanto acaparamiento de riqueza, tanta duda sobre su futuro.

Preocupados, según una encuesta del diario El País, por la falta de confianza que actualmente los ciudadanos tienen respecto a los políticos, partidos políticos, bancos, gobierno, obispos, sindicatos, administración de justicia, cajas de ahorros, iglesia católica, televisión, parlamento, ayuntamientos, multinacionales, empresarios, tribunales de justicia, fiscales, la obra social de la iglesia, prensa, funcionarios, jueces, y el defensor del pueblo. El último que apague la luz.


Finalmente, existen unos pocos preocupados que continúan viviendo sin preocupación. Despreocupados de que la lista de preocupados cada día sea mayor. Preocupados de diluir la preocupación de los preocupados con subterfugios semánticos y grandes campañas mediáticas. Preocupados de cómo asegurar que no desaparezcan las preocupaciones. Preocupados de cómo gastarse el dinero de los preocupados sin que los preocupados lo noten.

Estos preocupados últimamente andan preocupados por la proliferación –temporal, dicen- de unos preocupados indignados que interpelan con sus eslóganes y su actitud cívica sobre la caducidad del actual modelo social, político y económico en el que se han sustentado los privilegios las clases dominantes.


Qué casualidad que en este momento me venga a la memoria el concepto de “Acumulación Originaria del Capital”.


La verdad es que también yo ando preocupado.

dilluns, 8 d’agost del 2011

Els matins............


Al mati a casa, les ràdios sonen. Tinc per costum de posar música clàssica al dormitori, rock on faig el meu personal viacrucis atletic, les noticies locals a la cuina i les nacionals i internacionals al quarto de bany. Cada una d’elles individualment son cultes, rítmiques, previsibles, amb un comú denominador. Interrupcions i més interrupcions per recordar-nos que o consumim o això del capitalisme no tira.

Amb els anys m’acostuma’t a organitzar-me el temps i l’espai que va del ring del despertador al plof de la porta de casa, per tal de fer compatible necessitats fisiològiques, higièniques, alimentaries, informatives i fins i tot culturals, per tal de sortir amb la informació d’un ciutadà mig.

Peu a terra, Liszt. Taula de gimnàstica, amb els Creedence Clearwater Revival. Les davallades dels principals indicadors borsaris en mig d’un agradable flaire a cafè. I entre aromes de xampú, sabons, cremes i esquitxos d’aigua, l’alcalde de la ciutat ens informa que retallaran càrrecs de confiança i aprimaran la despesa del consistori resultat de la trista herència deixada pels altres.

Als matis m’aixeco amb la convicció de que vivim en un món poblat per essers indiferents al dolor aliè, immutables a les desgracies que no siguin la seves, incommovibles davant la malalties, la fam, i les guerres que pateixen milions de persones, impertorbables a les imatges que mati, tarda i nit ens escup la televisió per amanir els nostres abundants àpats, freds de cors, incapaços d’oferir ni alternatives, sord a les demandes dels pobles i sempre predisposats a escoltar ofertes al seus futurs personals, personatges d’altres galàxies, que amb aparença humana ens dirigeixen, endurits, apàtics, inanimats, morts en vida.

Al mati d’anada a la feina, net i polit, hem pregunto sovint si tots plegats estem per lligar. El curt viatge de casa a la feina no m`ha permès respondrem per temor a les conseqüències que d’un moviment afirmatiu, pugui tenir sobre el meu cervell.

Els matins, m’ha permès descobrir una nova casta, llinatge, estirp, nissaga, tribu, grup que estan per sobre del bé i del mal. Els “opinadors”. No se si existeix traducció, ni m’importa. Tothom m’entén oi. Si, son els que parlen de tot sense saber de res. Per un mòdic preu ells diuen la seva, i si l’encerten l’endevinen. Responsabilitat cap.

Als matins ens donen més lliçons que Plató als seus deixebles . Mira que arriben a saber, com hem pogut viure tants anys sense aquest dipositaris de la veritat absoluta, sense aquestes àgores hertzianes, sense tanta saviesa en els dials. Son capaços d’opinar, decidir, emetre judici i veredicte si convé, pena, sentencia i càstig sobre política internacional, domestica,
economia, religió, moda, tendències, intendències,sentencies, malalties, salut, ciència, recerca, amors, desamors, processos migratoris, jugades esportives, filantropia, cinema, teatre, música, arts en general. Genial.

No trobeu que els matins donen per molt.

dissabte, 6 d’agost del 2011

Sense importància

Ara fa un any, dia més o dia menys, vaig deixar d’escriure. El motiu?. No estic gaire segur. La confluència d’un esgotament llunyà, amb una íntima i subjectiva desil·lusió, la necessitat vital de canviar de registre, el retrobar-me amb les meves contradiccions, un creixent aburgesament ideològic, l’ idioma em va decidir a donar per finalitzada aquesta etapa. I com de mica en mica s’omple la pica, vaig plegar veles des de el vaixell de la meva professió. No volia de cap manera sucumbir a la força que la xarxa exerceix sobre la vanitat de les persones i vaig pensar, adéu i bon vent.


Ningú m’estranya’t durant aquest mesos de silenci, d’absència. Crec que més d’un ho ha agraït, i això certament hem tranquil·litza. Saber que no tinc rere l’orella el murmuri d’ acreditats analistes predisposats a tocar-me els dallonses, m’ha donat noves energies per tornar a opinar sobre el que cregui que es important i no sobre el que hem facin creure que pot ser-ho.


Per tant nois, noies, xiquets i xiquetes, senyorons i senyorones, ciutadans i ciutadanes, polítics i - política – ja he tornat.





divendres, 10 de desembre del 2010

ELLA


Todo empezó el 21 de junio. Lo recuerdo perfectamente. El verano recién estrenado hacia su entrada triunfal apoderándose de los espacios intersticiales que conforman nuestra efímera existencia, haciendo levemente soportable el hecho de respirar. El sudor volvió a adueñarse de mi cuerpo y las chicharras, alegrándose de la llegada de la canícula, imponían su presencia desde un parque cercano. Nunca me gustó el verano. Tampoco el invierno. Mi composición celular encuentra mejor resguardo entre las primaveras y otoños mediterráneos.

Recuerdo el día que por primera vez me percaté que alguien me seguía. Había concertado telefónicamente visita con el oftalmólogo con el fin de poner solución a mi progresiva pérdida de visón acentuada en los últimos meses. Los médicos no son santos de mi devoción. Son necesarios, pero intento mantenerlos alejados como el gato al agua.

Lo que sucedió en aquellas semanas no resulta fácil de explicar, menos aun de describir y casi imposible de escribir sin un ligero desazón preventivo sobre el peligroso transito existente entre lo real y lo imaginario. Lo nuevo desconcierta, lo desconocido atemoriza.

La sensación de que alguien me observaba y seguía al salir de casa, fue consolidándose conforme pasaban los días. Pensé primero que era una casualidad, coincidencia después, y finalmente tuve la certeza de que alguien estaba interesado en saber donde dirigía mis pasos desde el mismo momento en que ponía los pies en la calle.

Salía y allí estaba su oscura silueta esperándome, erguida y silenciosa. Su discreción al desplazarse, su paso firme y constante, y su habilidad en pasar desapercibido, le permitían mantenerse a una ínfima distancia de mí sin llamar la atención. Conocía su oficio. Esa agilidad en sus movimientos, la distancia calculada y su persistencia no dejaban lugar a dudas: Era un profesional.

Lo intenté casi todo para zafarme. Imposible. Reprogramé horarios de salida, modifiqué itinerarios a pesar de incrementar las distancias recorridas. Sólo en determinadas ocasiones, si utilizaba las lóbregas y estrechas calles del casco antiguo, conseguía darle esquinazo. Sin embargo, esas maniobras nunca dieron resultado, mis intentos evasivos resultaron inútiles ante un sabueso tan bien entrenado. En el momento en que me incorporaba de nuevo a una arteria principal, allí estaba esperándome.


Analicé una y otra vez con meticulosa atención la existencia de algún motivo, de alguna causa que justificase semejante marcaje. Nada. En cualquier caso, si existía, no supe encontrarla.

Con el tiempo llegué a adquirir comportamientos preocupantes que difícilmente podía justificar. Inconscientemente fui expulsándome de la cotidianeidad de mis actos para arrinconarme en la veleidad de la sinrazón. Observaba movimientos sospechosos desde las ventanas, oteaba tras las cortinas entornadas, las calles aledañas antes de salir. Si alguien me acompañaba en mí deambular callejero, bañaba de fingida indiferencia la presencia de mi perseguidor con el fin de no levantar recelos o sospechas infundadas. Nadie hizo nunca comentario alguno sobre mis disimuladas reacciones, bien fuese por discreción o por temor a mi reacción.

A pesar de todo, el tiempo fue acentuando mi estrés. La incertidumbre de lo desconocido me enfurecía, descentraba enervaba. Me decía a mi mismo que no podía dejar pasar un día más. Necesitaba saber quién era. Quién era y sobre todo, para quién trabajaba. Qué objetivo perseguía. Por qué razón me tenía sometido a la sinrazón de tan férreo marcaje, siguiéndome allá donde fuera. Mi cerebro bullía intentando encontrar un argumento que justificase tal persecución. Nada.

Planeé una estrategia y me conjuré con el fin de no retroceder llegado el caso. Era el momento de enfrentarme. Ahora o nunca me dije. Tengo derechos y voy a ejercitarlos, pensé.

Era un día gris. Amenazaba lluvia a pesar del sol que tenuemente pretendía ganar su particular batalla estival. La luz mortecina reivindicaba desde la incertidumbre climatológica el espació que le correspondía bajo el imperio del verano. Era una mañana ideal para salir de compras. Perderse por las numerosas calles comerciales repletas en esas fechas de turistas que dejaban por un día sol, playa y sangría para dedicar la jornada a pasear sus cuerpos maltratados por la ciudad.

Pensé en aprovechar los últimos días de rebajas. Era la perfecta excusa que justificaba una salida temprana y la posibilidad de acercarme sin despertar sospechas con mi particular hombre del frac aprovechando el bullicio de las calles. Las últimas tallas y los tentadores precios escritos sobre carteles fueron llenando de nuevo las calles de la ciudad.

No había dado unos pasos desde la entrada en la calle principal cuando comprobé de soslayo que estaba junto a mí, hasta el punto de que pensé que alzando el brazo podría rozar su mano. Giré rápidamente sobre mis talones con el fin de sorprenderla y poder así vaciarle mi cargador de preguntas justo en el momento en que una gran nube amenazadora inundó el cielo de la ciudad.

El sorprendido fui yo. Mi mente fue derivando rápidamente de la perplejidad a la sorpresa para aceptar finalmente la decepción. Había desaparecido. El sol se ocultó tras las densas nubes negras y una lluvia fina comenzó a caer. Regresé a casa. Necesitaba cobijarme en la penumbra de mis pensamientos para encontrar una explicación plausible a lo ocurrido.

El final del verano se acercaba, el sol fue dejando paso paulatinamente a un cielo encapotado y gris, el viento apareció y la temperatura que recuperaba su cordura. Alguna tormenta esporádica nos recordaba que el otoño estaba al llegar.

Después de aquel incidente, opté por salir sólo en aquellas ocasiones que fueran imprescindibles, absolutamente necesarias. Había perdido la fortaleza y las ganas de enfrentarme a esa persecución.

A finales de octubre observé con gran alivio que la vigilancia había remitido. No era diaria. Fue espaciándose sin una lógica que hiciera pensar que aquella situación había concluido. Con la llegada de las primeras lluvias llegué a temer, como si del síndrome de Estocolmo se tratara, que le hubiera ocurrido cualquier cosa. Pensé que el mal tiempo podría haber dañado su salud. Que la lluvia y la humedad impedían realizar su tarea. O tal vez, cumplido y cobrado su encargo había abandonado la ciudad.

El otoño enseño sus credenciales y con ellas, mi vida fue volviendo a la normalidad. La pesadilla parecía haber llegado a su fin.

Era un día de frío, mucho frío a principio de diciembre. Salí a la calle todavía en penumbra. Sólo el servicio de limpieza y los que padecemos insomnio pululábamos por la ciudad a esas horas. Las farolas encendidas como luciérnagas a lo largo del paseo me recordaban que la oscuridad gobernaba en esta parte de la tierra. Era festivo, preludio de un largo y reconfortable puente. Me había propuesto pertrechar a la familia aún dormida con una buena ración de churros recién hechos y la prensa dominical.

Tenía las manos heladas. El vaho salía por mis fosas nasales. El paso rápido que me había impuesto pretendía sentarme cuanto antes delante de la reconfortante taza de café que ya esperarme en la cocina de casa. De regreso planifiqué mentalmente lo que haría durante el día. El sol despuntaba sobre las azoteas, acogiendo lenta y majestuosamente bajo su tibio manto a la ciudad.

Introduje la llave en la cerradura de la puerta empujándola con las manos i rodillas. El reflejo de su negra silueta apareció por sorpresa reflejada tras de mi recordándome que nunca se había ido. Sentí su aliento. Inmediatamente comprendí que era aquel nuestro último encuentro, un viaje sin retorno justo en el momento en que los primeros rayos de sol inundaban la ciudad.

Fue un mazazo en mi cerebro. Mi corazón sufrió un vuelco, una descarga, un dolor indescriptible. La opresión en mi pecho me hizo intuir que estaba al borde de un colapso. Las piernas temblaban y fui incapaz de abrir aquella entrañable y pesada puerta. Lentamente fui inclinando mi cuerpo, buscando una posición fetal que me permitiese recuperar la respiración. Me desplomé. Observé con sorpresa que caía conmigo. Como un fogonazo, visualice mi vida en un instante, una gran tranquilidad me invadió. No me arrepentía de nada de lo que había hecho y si de lo que no había podido hacer. Siempre se llega tarde al arrepentimiento.

Mi vida se escapaba, pensé que cualquier lugar es bueno para morir, pero no estaba dispuesto a largarme de éste mundo sin saber quién era. De rodillas me acerqué comprobando con espanto un mimetismo en su comportamiento que me desconcertó. ¿Quién eres? ¿Que quieres de mi? ¿Quién te paga? El silencio fue su respuesta. ¿Me niegas tu palabra? Silencio. Mi corazón reventó. Silencio. Caí. En silencio mi sombra, mi eterna mala sombra, se derrumbó junto mi cuerpo inerte.

dilluns, 9 d’agost del 2010

Crece un 19,2% la contratación de personas con discapacidad en el primer semestre de 2010

Según el último informe realizado por el Observatorio Estatal de la Discapacidad acerca de la contratación de las personas con discapacidad en España, durante el primer semestre de 2010, se han realizado 29.606 contratos a personas con discapacidad en nuestro país, lo que supone un aumento de un 19,2%, en comparación con el mismo periodo de 2009.

Desde el Observatorio Estatal de la Discapacidad (OED) se tratan mensualmente los datos del Servicio Público de Empleo Estatal. De este análisis puede extraerse que en el primer semestre del año 2010, el acumulado de contrataciones a personas con discapacidad fue de 29.606 contratos, frente a los 24.832 que se realizaron en los seis primeros meses de 2009. Esto supone un aumento en la contratación de un 19,2% respecto al pasado año.

La evolución de los contratos a personas con discapacidad en este primer semestre del año 2010 es positiva respecto al mismo periodo de 2009. En el mes de junio de 2010 se registraron un total de de 5.730 contratos a personas con discapacidad, un 22,9% más que el mismo mes del año anterior, en el que se firmaron 4.662 contratos.

En el mes de mayo de 2010 se registraron un total de de 5.180 contratos a personas con discapacidad, un 17,2% más que el mismo mes del año anterior, en el que se firmaron 4.421 contratos. El mes de abril también registró una importante subida respecto al mismo mes de 2009 (17,6%), con un total de de 4.725 contratos a personas con discapacidad frente a los 4.018 contratos firmados en abril del pasado año. El mayor incremento interanual se registró en marzo, con un total de de 5.301 contratos a personas con discapacidad, un 31,2% más que el mes de marzo del año anterior. Febrero, con 4.444 contratos y enero, con 4.224 contratos, también ha superado al mismo mes de 2009 en un 16,1% y un 9,4% de incremento, respectivamente.

Con los datos acumulados del primer semestre de 2010, el 27,6% de los contratos realizados a personas con discapacidad parte fueron indefinidos (8.182), mientras que el resto tienen duración determinada, ya sean temporales, interinidades, de sustitución, de prácticas o de formación. De los contratos indefinidos, 380 fueron ordinarios, 1.155 de fomento de la contratación indefinida (indemnización por despido de 33 días por año trabajado), 4.345 indefinidos y 2.302 fueron conversiones de contratos temporales en fijos. Siete de cada 10 contratos son de duración determinada, de estos, una cuarta parte (7.491) se refiere a contratos temporales para personas con discapacidad, seguidos de los de obra o servicio (4.780), de los eventuales (4.739) y de los de interinidad (4.083). Por último, en el primer semestre de 2010 hubo 249 contratos de formación y 12 de prácticas, mientras que los 70 restantes se agrupan en el epígrafe de "otros contratos".

En comparación con el primer semestre de 2009, se producen variaciones positivas en todos los tipos de contratos, excepto en contratos indefinidos ordinarios donde se produce una variación de un -4,3% (17 contratos menos que en 2009) y los de formación, donde la variación es de -30,3% (con 108 contratos de formación menos que en 2009). Las mayores variaciones en este primer semestre de 2010 con respecto al mismo periodo de 2009, se recogen en los contratos de duración determinada, con un 23,1% de incremento de la contratación temporal frente a un 10,6% de incremento de la indefinida respecto al año 2009.
En cuanto al tipo de contrato realizado en estos últimos tres años, se observa que en el primer semestre de 2010 el número de contratos indefinidos tiende a recuperarse con 8.182 contratos de este tipo, y a seguir la tendencia que se produjo en el mismo periodo de 2008. Sin embargo durante el primer semestre de 2009 prácticamente en este tipo de contratos no se producen grandes variaciones, con una media mensual de contratación de 1.200.

En cuanto a los contratos temporales, la cifra total ha aumentado en el primer cuatrimestre de 2010 en 4.010 contratos, lo que representa un 23,1% más que en el mismo semestre de año pasado. El mayor aumento se ha producido en los eventuales, un 34,7% de incremento respecto el mismo periodo de 2009. Le siguen los contratos por obra y servicio (un 33,3% de incremento), los de interinidad (un 24,7% de incremento) y los temporales para personas con discapacidad, que han crecido un 13,4% respecto el primer cuatrimestre de 2009.

Del total de nuevos empleados con un contrato indefinido para personas con discapacidad en este primer semestre de 2010, el 61,4% fueron hombres (2.670) y el 38,5% mujeres (1.675). Por edades, el 8,0% de estos contratos (347) se firmaron con trabajadores menores de 25 años, el 55,4% (2.406) entre 25 y 44 años, y el 36,6% (1.592) más de 45 años.

En cuanto a datos por comunidades autónomas, Cataluña es en la que se han registrado un mayor número de contratos indefinidos, con 751 (el 17,3% del total), seguida de Madrid, con 633 (14,6%) y Andalucía, con un total de 470 contratos indefinidos (el 10,8% del total).

Por último, el 69,1% de las personas con discapacidad con este tipo de contratos cuenta con estudios de educación general, mientras que el 7,4%, son analfabetos y el 7,8% tienen formación en programas de formación profesional. Tan solo el 3,3% es técnico profesional superior, el 2,8% poseen estudios de primer ciclo y el 3,8% de segundo/tercer ciclo.

La contratación a través de los centros especiales de empleo, en el primer semestre de 2010 ha dado lugar a 18.029 contratos, un 30,5% más que en el mismo periodo de 2009 (13.820 contratos). El número de contratos indefinidos a través de estos centros aumentó un 8,4% (1.368 contratos indefinidos hasta junio de 2010 frente 1.262 en el mismo periodo de 2009), mientras que los temporales crecieron un 32,0% (15.461 contratos temporales en CEE en 2010 frente a 11.711 en el año 2009).

Respecto al año 2009 se producen variaciones positivas en la contratación de personas con discapacidad en centros especiales de empleo, en todos los tipos de contratos, salvo en el indefinido ordinario un -4,3% de variación (17 contratos menos) y los de formación, donde hay un descenso del -5,3% (9 contratos menos).

En el mes de marzo se produce el primer pico importante en cuanto a la contratación de personas con discapacidad en CEE, con 3.093 contratos, incrementándose un 50,4% respecto a ese mismo mes del año 2009. En mayo, se supera esta cifra, alcanzando los 3.134 contratos lo que supuso un incremento del 19,9% respecto al mismo mes de 2009. Pero ha sido en el mes de junio cuando la contratación en centros especiales de empleo a personas con discapacidad ha alcanzado su máxima cifra, con 3.660 contratos, un 28% sobre junio de 2009 y un 41,8% sobre ese mismo mes de 2008.

Si analizamos la situación de la contratación de personas con discapacidad en CEE en España por trimestres, se observa un incremento de este tipo de contratos en el segundo trimestre de 2010 del 15,6%, que pasa de 8.361 contratos en el primer trimestre a 9.668 en el segundo trimestre de 2010.