dijous, 7 de gener del 2010

Que País

Para algunos es una desgracia, según otros, una suerte. Duermo poco. Entre cuatro y cinco horas diarias. La escuela positivista me envidia, ya que según ellos, la escasez en el sueño me permite disponer de un exceso de tiempo para dedicarlo a otros menesteres. Cierto. Lo extraordinario es que al interpelarlos sobre el número de horas que ellos si duermen, no hay quien baje de las ocho horas. Curioso.

Después están aquellos que, después de oírme, no pueden menos que emitir una sonora exclamación entre sorpresa y compasión por el hecho de estar hablando prácticamente con un muerto viviente. El Nosferatu de Reus. ¿ Como puedes aguantar? .Con dignidad y otras ocupaciones les contesto. Por último están los que conviven como yo entre la imperceptible entrada en las fases Ram y la rápida salida hacia la vigilia matutina. Nos miramos y sabemos que estamos entre colegas de la noche.

Con el tiempo he llegado a la conclusión de que mi fase vital, es decir, el espacio de tiempo en que me encuentro más lúcido y productivo intelectualmente se encuentra entre en mediodía y la medianoche. Seguramente porque soy de los que piensa que en el medio está la sabiduría. Lo cierto es que intento aprovecharme de ese don o desgracia, según se mire, que me ha sido otorgado.

Llegado a éste punto, algún buen amigo, o quizás los abnegados seguidores de mi blog, se estarán preguntando por qué estoy escribiendo en castellano y sobre todo, por qué demonios, os cuento mi vida. Todo a su tiempo. Nada es superficial. Esas horas de más que la naturaleza me permite disfrutar o aborrecer, las dedico a escuchar música, leer, siempre que no sean informes, escribir informes, ver cine en versión original y para acabar de satisfacer todos los sentidos le doy a eso de la medianoche al vaso de leche con cola-cao, me pongo incienso en el estudio y en pleno éxtasis le doy con los dedos a mi Fender Estratocaster equipado con mis cascos de 50 vatios. Vista, oído, gusto, olfato, y tacto. Todo funcionando al mismo tiempo. Una gozada.

Es aquí donde empieza la historia. Historia real. Historia tristemente real. Tengo la costumbre de hacer los crucigramas del El País, el único diario que no consulto digitalmente. Necesito su contacto, saber de su textura, su tamaño. Tienen su gracia. Bueno, la tenía. El domingo día tres, recién estrenado el año 2010 me dispuse a iniciar mi reto intelectual vespertino. Había sido un buen día. Redondo diría. No soy vanidoso, pero tengo que reconocer que casi siempre completo los crucigramas y eso me produce un cierto placer. Éste se me atragantó. Página 41, crucigrama de Mambrino. 11vertical. Subió el ancla, tres letras: IZÓ. Sigo. 11 vertical. Deficiente mental. Nueve letras.

Levanto los ojos, y me pregunto como es posible que un periódico como el País, Periódico Global en Español, permita utilizar aunque sea en un crucigrama esta acepción semántica, rechazada por todo el sector de la discapacidad y que además se encuentra legalmente abolida, a raíz de la publicación del RD de 4 de diciembre de 2009, en donde expresamente se hace constar, que debe sustituirse cualquier terminología sobre minusvalía y otras acepciones por la de discapacidad como término genérico.

Intento creer que ha sido un desliz del creador del crucigrama. Es Navidad y estoy dispuesto a perdonar, a olvidar. Con un cierto desasosiego, me dispongo a encontrar la palabra que encaje en tan erudita definición. Vuelvo a leer. 11 vertical. Deficiente mental. Nueve letras. Poco a poco, sin querer voy remontándome a apelativos de hace 10, 20, 30 años. No. Que no puede ser. Pues si. La solución: RETRASADO. No podía creérmelo, pero el resto del crucigrama coincidía. Compré el lunes un ejemplar para comprobar que la respuesta era la adecuada. 11 vertical: RETRASADO. Esa noche no dormí. Joder que País.

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